lunes, 5 de febrero de 2018

Elmarcador racial (Archipiélago Orwell)

Carlos Serra

Miembro fundador de PLIS. Educación, por favor

El Mundo, 5 de febrero de 2017


MATAR O morir; devorar o ser devorado. Los ecos del darwinismo social resuenan en la vieja retórica supremacista de los que libran la guerra por el designio hegemónico de la lengua catalana en Baleares, una suerte de neoetnicismo del siglo XXI transmutado en un políticamente correcto derecho a la protección heterófila del mito de la «lengua propia».

     A este objetivo va destinada la futura ley de educación en Baleares, cuyo borrador no oculta que la pretensión de nuestro Consejero de Educación es la implantación absoluta y sin fisuras de la inmersión lingüístico-cultural catalana, que no la mejora de la formación de nuestros estudiantes en aras de una igualdad de oportunidades efectiva.
     Y es que el nacionalismo hace del «conflicto lingüístico» (vieja cantinela marxista de la lucha de clases llevada al terreno de los idiomas) su modus operandi, rentable reduccionismo que acuna el lloriqueo infantil del discurso independentista, al tiempo que trata de persuadirnos sobre la superioridad moral de los que en Baleares pretenden mantener la «pureza» de la lengua catalana, frente al efecto inmigrante de aquellos que comenzaron a contaminarla con su degenerada «lengua impropia».
     El peligroso salto de la lengua a la etnia se produce cuando «la lengua propia...» se convierte en el eje de la «...singularidad del pueblo catalán». Con este baño doctrinal en la pila bautismal del apartheid cultural se revela la verdadera pretensión del Govern: aventajar desde las instituciones a una parte de la población en detrimento de la otra.
     Así, la lengua se convierte en marcador racial que selecciona a los que podrán estudiar en lengua materna frente a los que no podrán hacerlo (más de la mitad de la población de Baleares). Esta inmisericorde discriminación, con tintes xenófobos, camuflada bajo eslóganes de falsa integración (según los catalanistas los niños solo se integran si estudian en catalán) y que perjudica principalmente a los niños con familias sin recursos o con dificultades de aprendizaje, es la que trata de blindar nuestro ladino Govern.
     El catalanismo afirma que dar libertad para escoger la lengua de formación en las escuelas haría que la lengua catalana se extinguiera por la desproporcionada expansión de la lengua española en Baleares pero, de ser así realmente, ¿en qué lengua estaríamos integrando más y mejor? ¿Acaso la lengua más integradora no es la que más usuarios emplean?
     La otra falacia del catalanismo consiste en señalar que hay un apoyo social mayoritario al sistema escolar de inmersión lingüística en catalán pero, entonces, ¿por qué tanto empeño por prohibir una opción condenada supuestamente a desaparecer si las familias pudieran escoger?
     Si la propuesta del Govern adquiere rango de ley, la enseñanza en español, en nombre del diferencialismo identitario narcisista, será historia.