viernes, 18 de julio de 2014

¿Por qué nuestros estudiantes están tan mal preparados? (2)

LA INCLUSIÓN
Todos juntos, en la misma clase, a todas horas, durante muchos años.

(Publicado en El Mundo / El Día de Baleares, 18 de julio de 2014)

            Hace unas semanas abordamos, desde PLIS. Educación, por favor, la primera causa del fracaso educativo español durante los últimos años, la “ingeniería social”. Nos proponemos, a continuación, diagnosticar un segundo mal, la inclusión mal entendida, y a proponer soluciones.

            ¿Queremos hacer de un muchacho rectamente constituido un muchacho conflictivo? Obliguémosle a permanecer siempre en el mismo sitio, con la misma gente, el mayor tiempo posible y estudiando lo  mismo.


            Afortunadamente, cada vez son más los profesores que  comprenden, después de tantos años de ingenuidades pedagógicas, que el principio de la “comprensividad” (currículum obligatorio y común para todos los alumnos) más el principio de la “inclusión” (todos los alumnos en el mismo aula) no sólo no producen beneficios en la convivencia sino que, además, son causas principales del descenso del nivel académico de nuestros alumnos.



            Hace tiempo que los centros públicos de enseñanza han dejado de ser el motor de ascenso social que deberían ser,  por culpa precisamente de los que durante años más han predicado convertir los centros en marcos de convivencia. Cuando la legislación, como ha ocurrido hasta ahora, antepone la cohesión social al mayor nivel de conocimiento posible, según las posibilidades de cada alumno, se consigue lo contrario de lo que se pretende: conflictividad social y marginación del alumno perteneciente a los estratos económico-sociales más desfavorecidos.



            PLIS sostiene que el error de fondo radica en, para conseguir la cohesión, identificar, como hace la LOE-LOGSE, y también la LOMCE, dos conceptos muy distintos de inclusión, la inclusión social y la inclusión pedagógica.



            La inclusión social se entiende como el esfuerzo para hacer convivir en un mismo centro de enseñanza a alumnos pertenecientes a diversos grupos sociales, diversos países, diversas culturas y diversos niveles de conocimiento.



La inclusión pedagógica consiste en mantener en una misma aula a alumnos con diversas capacidades y diversos niveles de conocimiento, es decir, a alumnos con altas capacidades intelectuales, con necesidades especiales, con pésimo nivel de lectoescritura, alumnos disléxicos, alumnos con déficit de atención, desinteresados, alborotadores, etc., para que el profesor, ayudado a veces de un profesor de apoyo, brinde atención individualizada a todos ellos.



La inclusión social es deseable, pero no la inclusión pedagógica a ultranza, ya que ésta, además de no conseguir beneficios sociales, no es compatible con la eficiencia pedagógica.  Ningún profesor, por muchos profesores de apoyo que le acompañen en clase, puede atender individualmente la diversidad pedagógica anteriormente descrita. Su clase será irremediablemente un caos donde domine el ruido.



Para conseguir la cohesión social a partir de la escuela, sólo existe el camino de no renunciar a que los alumnos adquieran el mayor nivel de conocimiento posible. Cumplido éste, sobrevendrá por sí sola la cohesión social. El buen estudiante terminará creando al buen chico, no al revés.  Un centro que juegue a ser un ámbito de ingeniería social estará condenado a sufrir lo que quiere evitar: la conflictividad.



PLIS sostiene que la Enseñanza Media debe ajustar con flexibilidad su oferta a la demanda de los alumnos. Al  menos se han de prever los siguientes programas didácticos: 1) programas específicos de diversificación curricular, con currículo, metodología y aulas diferenciadas, para grupos reducidos de alumnos dotados de interés pero con lento aprendizaje; 2) programas específicos de necesidades especiales, con currículo, metodología y aulas diferenciadas, en determinadas materias (las instrumentales, principalmente), para grupos reducidos de alumnos con necesidades especiales o graves problemas de aprendizaje; 3) programas específicos de refuerzo, con currículo y aulas diferenciadas, en determinadas materias para los alumnos con altas capacidades de aprendizaje; 4) programas selectos de formación profesional temprana desde los 14 a los 16 años, no reservada a los alumnos conflictivos.



Todos juntos sí, pero no siempre, ni en la misma aula ni a todas horas.