Todos juntos, en la misma clase, a todas horas, durante muchos años.
Hace unas semanas abordamos, desde PLIS.
Educación, por favor, la primera causa del fracaso educativo español
durante los últimos años, la “ingeniería social”. Nos proponemos, a
continuación, diagnosticar un segundo mal, la inclusión mal entendida, y a
proponer soluciones.
¿Queremos hacer de un muchacho rectamente constituido un muchacho conflictivo? Obliguémosle a permanecer siempre en el mismo sitio, con la misma gente, el mayor tiempo posible y estudiando lo mismo.
Hace tiempo que los centros públicos
de enseñanza han dejado de ser el motor de ascenso social que deberían ser, por culpa precisamente de los que durante años
más han predicado convertir los centros en marcos de convivencia. Cuando la
legislación, como ha ocurrido hasta ahora, antepone la cohesión social al mayor
nivel de conocimiento posible, según las posibilidades de cada alumno, se
consigue lo contrario de lo que se pretende: conflictividad social y
marginación del alumno perteneciente a los estratos económico-sociales más
desfavorecidos.
PLIS sostiene que el error de fondo
radica en, para conseguir la cohesión, identificar, como hace la LOE-LOGSE, y
también la LOMCE, dos conceptos muy distintos de inclusión, la inclusión social y la inclusión
pedagógica.
La inclusión social se entiende como el esfuerzo para hacer convivir
en un mismo centro de enseñanza a alumnos pertenecientes a diversos grupos
sociales, diversos países, diversas culturas y diversos niveles de
conocimiento.
La
inclusión pedagógica consiste en
mantener en una misma aula a alumnos con diversas capacidades y diversos
niveles de conocimiento, es decir, a alumnos con altas capacidades
intelectuales, con necesidades especiales, con pésimo nivel de lectoescritura, alumnos disléxicos, alumnos con déficit de atención, desinteresados, alborotadores, etc., para
que el profesor, ayudado a veces de un profesor de apoyo, brinde atención
individualizada a todos ellos.
La
inclusión social es deseable, pero no la inclusión pedagógica a ultranza, ya que ésta, además de no conseguir beneficios sociales, no es compatible con la eficiencia
pedagógica. Ningún profesor, por muchos
profesores de apoyo que le acompañen en clase, puede atender individualmente la
diversidad pedagógica anteriormente descrita. Su clase será irremediablemente
un caos donde domine el ruido.
Para
conseguir la cohesión social a partir de la escuela, sólo existe el camino de no
renunciar a que los alumnos adquieran el mayor nivel de conocimiento posible.
Cumplido éste, sobrevendrá por sí sola la cohesión social. El buen estudiante
terminará creando al buen chico, no al revés.
Un centro que juegue a ser un ámbito de ingeniería social estará
condenado a sufrir lo que quiere evitar: la conflictividad.
PLIS
sostiene que la
Enseñanza Media debe ajustar con flexibilidad su oferta a la
demanda de los alumnos. Al menos se han
de prever los siguientes programas didácticos: 1) programas específicos de diversificación curricular, con
currículo, metodología y aulas diferenciadas, para grupos reducidos de alumnos
dotados de interés pero con lento aprendizaje; 2) programas específicos de necesidades especiales, con currículo,
metodología y aulas diferenciadas, en determinadas materias (las
instrumentales, principalmente), para grupos reducidos de alumnos con
necesidades especiales o graves problemas de aprendizaje; 3) programas específicos de refuerzo, con
currículo y aulas diferenciadas, en determinadas materias para los alumnos con
altas capacidades de aprendizaje; 4) programas
selectos de formación profesional temprana desde los 14 a los 16 años, no reservada
a los alumnos conflictivos.
Todos
juntos sí, pero no siempre, ni en la misma aula ni a todas horas.